Atacama (Chile) 1

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No es Marte ni la muerte, como se le antojo a Gustave Le Piage, jesuita belga que en el año 1955 recaló en San Pedro de Atacama. Asombrado por sus magníficos paisajes, hurgo entre sus piedras y más allá de lo visible para dar, como dio, con un copioso botín de vestigios propios de culturas ya desvanecidas.

En el ’63 pudo inaugurar con el apoyo de la Universidad Católica del Norte el primer pabellón del actual museo que lleva su nombre, ubicado a pasos de la plaza. El padre Le Paige partió hace rato de este mundo, pero su patrimonio, que quedo al cuidado de dicha universidad, creció hasta sumar más de 380.000 piezas arqueológicas que desde 1980 está a disposición de los visitantes. Hubo, si, devolución de las momias que estuvieron expuestas todos esos años (desde que el padre Le Paige las saco de su lugar) en respuesta al reclamo del pueblo atacameño ante la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, en 2003. Cuatro años más tarde, aquellas fueron retiradas.

El museo es de obligada visita si se quiere conocer el origen y las costumbres del pueblo artacameño, que supo hablar un idioma propio, el cunza y del que nada queda pues se fue hilvanando y trasmitiendo oralmente.

La influencia de las culturas tiawanaku e inca desdibujaron ese lenguajes primario y para cuando España hizo su aparición en la escena andina, casi un siglo más tarde, del cunza quedaban solo los flecos de unas voces sueltas.

Del otro lado de la plaza está la iglesia en la que oficio misa Le Paige, blanca de cal por fuera embelleciendo la tonalidad de adobe, cuya resistencia resulta prodigiosa: así lo demuestra, en otro flanco del ágora la casa que hiciera construir en Pedro de Valdivia en junio de 1540, las paredes en su vertical y el techo donde lo pusieron, aunque fue combándolo el peso de los siglos pero no lo suficiente como para derrumbarlo. El barro amasado con su ración de pastos es la esencia del casco histórico de este pueblo que en 1.555 estrenaba cabildo. Le quedo el nombre de San Pedro porque las autoridades convinieron en que un santo patrono nunca estaría de más y le adjudicaron denominación de origen, el de Atacama. De este vocablo se supone que se origina en el impronunciable Accatchca (cabecera de un lugar: región, reino o país) de la desaparecida lengua cunza.

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El pueblo tiene calles de tierra y una numerosa demografía canina que inspiro otro nombre, el de San Perro de Atacama, es decir que el supuesto mejor amigo del ser humano es el tótem viviente de estos pagos.

San Pedro de Atacama y su desierto están en la II Región de Chile, ocupan una depresión prealtiplánica a 2.438 metros sobre el nivel del mar, entre la cordillera de Domeyko por el oeste y el cordón de la Puna de Atacama, preámbulo de los Andes, por el este.

El mundo es desolado por aquí, confín prodigo en arideces. Piedra pómez, sal, mucha sal, arenas que se acumulan en dunas inmensas, pedregales volcánicos, farallones desgastados que muestran su estructura de hojaldre mineral, las formas que el viento pulió con paciencia de milenios. Mucho de todo esto se descubre en el Valle de la Luna, 22 millones de años de geología a 19 Km. de San Pedro, un muestrario fascinante que tiene lugar a 2.550 metros de altura y trascurre en la realidad yerma dominada por las rocas sedimentarias, la arcilla, el yeso, el borato.

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Más cerca aun se detecta el Valle de la Muerte, a 2 kilómetros del pueblo, un poco más antiguo que el anterior. Ambos están en la Cordillera de la Sal y suelen ofrecerlos en una misma salida. Un consejo. Haga el Valle de la Muerte muy temprano y deje el de la Luna para ultima hora, que es cuando el páramo se empapa de luz atardecer y además es el único momento permitido para trepar por la Duna Mayor.

Debajo del suelo de Atacama corre agua, ríos de agua que baja de la cordillera y se va escurriendo tierra adentro y cuando quiere brotar, no le da tiempo a quedarse, se evapora, entonces aflora unas sales y en vez de espejos de agua dulce hay lagunas como las de Miscanti y Meñiques, en las que se mezclan vertientes termales, lluvias de verano, deshielos, aguas subterráneas para luego por otros subterfugios terrenales y evaporarse.

Están a los pies de los volcanes homónimos (5.622 metros y 5.910 metros respectivamente) esas lagunas que aparecen a 4.200 metros la primera de 15 km2, y cinco metros más bajo la segunda, de apenas 1.5 km2 de superficie.

Por eso existen los salares. El de Pujsa, el de Tara, el de Atacama con una extensión de 320.000 hectáreas.
A éste lo completan la laguna Chaxa y los flamencos que hasta aquí llegan para dar cuenta de la Artimia franciscana, camarón tan minúsculo que podría confundirse con basuritas en suspensión. Pero los flamencos no se equivocan y filtran con el dorso del pico curvo el fondo lacustre. En el permanente proceso de evaporación, el suelo de este salar revienta en borbotones de costras pétreas, debido al alto contenido de cloruro de sodio.

Hay agua que hierve bajo los pies. Brota a 4.320 metros de altura en Tatio, campo geotérmico impresionante al que es preciso acudir cuando aun es de noche: son 99 Km. de distancia de San Pedro y llegar demanda un par de horas. Hay que ir muy abrigado porque los 12 grados bajo cero son reales y mientras el agua caliente se libera entre las fisuras del suelo a temperaturas de hasta 86º, los dedos se entumecen en segundos. Con el amanece sucede el choque térmico y con él, el gran espectáculo de las fumarolas llenando el aire de espesas nubes blancas. Un cielo al revés. El peligro de caer en un charco en ebullición y hacerse puchero ya casi no existe, gracias a que se trazaron senderos de piedra y levantaron cercos alrededor de las hoyas más grandes: pero los guías siguen reclamando prudencia con razón.

Revista Lugares

4 comentarios en «Atacama (Chile) 1»

  1. quiero algo sobre el valle de la muerte… es para un trabajo de la escuela pero no encuentro en ningun lado y tú dijiste muy poco sobre el.. cual es su vegetacion? su superficie? area? hay vida??? que tan grande es? en donde se encuentra?

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