Atacama (Chile) 2

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Atacama no es sólo geología.
En las rutas que ésta va trazando, llegamos a unos enclaves donde detenerse es un signo de consideración hacia quienes en ellos habitan.

En Toconao, a apenas 38 Km. de San Pedro, vemos un local con artesanías variadas y no todas verdaderas, pero el vemos que se sigue tejiendo a la vieja usanza.
Talabre, a 3.500 metros sobre el nivel del mar, es ubérrimo de cultivares de alfalfa, habas, papas moradas, manzanas, uvas, maíz, flores. Socaire tiene su iglesia de San Roque y Machuca parece que de a poco quisiera repoblarse, por ahora allí solo viven seis, siete personas que se dan a conocer vendiendo empanadas de queso y anticuchos de llama a las brasas.

Al final de cada día y de este viaje quedara claro que el mejor momento gourmet se vive en San Pedro mismo, donde las mesas de los restaurantes Ckunna y Blanco deparan deliciosas experiencias. Son dos bienvenidas contraseñas que abren el juego de una oferta hasta ayer nomás centrada en apenas un par de direcciones validas.

El merito del descubrimiento turístico de Atacama es de los mochileros, pero ya no es privativo de los jóvenes amantes de la aventura. La magnificencia del desierto y la diversidad de sus paisajes ya cotizan alo, muy alto. El primer paso supo darlo Explora hace diez años, un gran hotel que ya no está solo en la escena. Para julio prevén terminar las obras de remodelación iniciadas este año. Convirtiendo cuatro cuartos en dos suites, añadiendo un spa junto a las piscinas y éstas también cambiaron quedando conectadas entre sí. La gran sorpresa es el observatorio astronómico, el último juguete para que los huéspedes contemplen las estrellas con telescopio, luego de una charla teórica y otra practica a cielo abierto. Por lo demás, en Explora sigue rindiendo culto a las cabalgatas guiadas (la más larga es la que lleva hasta Cachi, en Salta), a las salidas en bici hasta la laguna Ceja, al trekking de la alta montaña y a los baños en las termas de Puritana, pegarse el gran remojon en el agua templada de la primera poza sigue siendo un relajante placer y ya no han bandejita que llegue flotando hasta donde flota el cuerpo, porque es mejor salir, asolearse unos minutos y después acodarse en la barra techada que armaron a pasos de la plataforma, para comer cosas ricas.

El nuevo Hotel & Spa Tierra Atacama es un modelo de estirpe vanguardista, una arquitectura de grandes dimensiones que se integra por entero al paraje árido que lo contiene. Sus artífices apostaron a la construcción en módulos, la parte posterior de las habitaciones está revestida con chapas oxidadas adrede, en contraste con el gran jardín donde crecen plantas ajenas al medio. La estructura edilicia es toda geometría angular, de líneas modernistas que le dan al hotel la apariencia de un vasto espacio de arte en el que se combinan la piedra, el agua, las trasparencias de paredes que dejan entrar todo el paisaje circundante. Es un paisaje que no pasa desapercibido, porque en él se impone desde la base misma hasta la cima el Licancabur, al que le dan las áreas comunes del hotel y 15 de las 30 habitaciones.

Encontrarse con la figura del volcán por la mañana sin salir de la cama es un golpe directo a la emoción. Mucha holgura espacial hasta en los cuartos, mucho confort, la buena atención de todos y cada uno de los que integran el staff, un equipo de guías contratados para atender los programas de excursiones y un más que generoso desayuno buffet explican porque este hotel vive lleno.

Curioso sincretismo de estilos es el que rige en el Altiplano, hotel a escasos minutos del centro. Los cuartos parecen casitas, con sus recovecos y cierto encanto Taif, como de cuento, hay senderos que los vinculan, de manera que el conjunto da le impresión de ser un barrio muy especial, con sus árboles, jardines de piedra, grandes caracolas haciendo las veces de tulipas en los postes de luz, los motivos decorativos en los exteriores con diseños abstractos que sugieren una inspiración orienta, y esas figuras escultóricas venidas del otro lado del mundo, Bali e Indonesia probablemente, puestas como por casualidad, pero no.
En su origen, una de estas casas fue la de los dueños del hotel, viajeros amantes de los lejanos mares del sur de donde siempre vuelven cargados de telas y objetos. Esta casa era la residencia del fin de semana en la que había siempre amigos, para poder albergarlos con más comodidad, empezaron a hacer independientes y tanto se construyeron que decidieron abrocharlos como el hotel que es hoy. Ninguna habitación se parece a la otra.

Más Informacion. Revista Lugares 

 

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